La experiencia no se improvisa. Al menos eso es lo que comprobamos tras nuestra visita al centenario restaurante Horcher en la prestigiosa calle Alfonso XII de Madrid.
Inaugurado en Berlín en 1904 en la calle Martin-Luther Strasse este restaurante familiar ha resistido como ninguno al paso del tiempo –dos guerras mundiales, una dictadura y diversos vaivenes de la economía mundial-, y con él lo han hecho su espíritu de siempre, gran parte de sus activos de utilería y por supuesto, sus grandes recetas.
Su directora actual, Elisabeth Horcher, ha asumido desde hace unos años el reto de mantener el alto listón impuesto por sus predecesores. Su gran ilusión es que la quinta generación de la saga familiar algún día esté a la cabeza de uno de los restaurantes más emblemáticos de España, y su tesón y valía parecen desde ya vaticinarlo.
Comer en Horcher además de ser un viaje por el tiempo y la historia y una experiencia slow food, es constatar que lo clásico nunca muere, que el refinamiento no pasa de moda y que la buena mesa requiere de la mejor calidad en todos los aspectos.
Con una clara influencia centro europea los platos de Horcher continúan otorgando protagonismo a la caza, aunque el trabajo de su equipo, y en particular el de sus tres chefs, innova la carta con sorprendentes creaciones.
Entre sus grandes clásicos destacan la perdiz a la prensa, el salmón marinado, los higos picantes, los arenques a la crema, el steak tartar o el más que famoso baumkuchen o pastel de árbol, un delicado bizcocho alemán que bañado en una salsa de chocolate caliente y crema chantilly, ningún comensal consigue olvidar.
La parte baja del restaurante además de operar como bar, es el lugar ideal para celebrar una comida de trabajo o una cena entre amigos en total privacidad con el carisma que sólo los grandes conocedores de la hostelería y la restauración consiguen transmitir.
Indispensable chaqueta y corbata.