La palabra Tailandia significa “tierra de hombres libres”. Este territorio jamás ha sufrido ninguna colonización europea y los fuertes iconos de su cultura se han mantenido a salvo de influencias occidentales. Bangkok es actualmente una capital cosmopolita que representa el sueño oriental más puro, que convive con las tecnologías, las comodidades o las vanguardias más atrevidas, y que genera una especie de hechizo que llena de fascinación al viajero.
Después de que los birmanos saquearan e incendiaran Ayyuthaya, la antigua capital, muchos de los templos, casas y trozos de muralla que sobrevivieron a la barbarie, fueron llevados hacia el sur de las llanuras centrales para erigir allí la nueva capital.
A orillas del río Chao Phraya o de “los reyes”, la dinámica y moderna Bangkok permite percibir en cada uno de sus rincones ese fascinante contraste entre pasado y futuro; crece hacia arriba con diseños arquitectónicos propios del primer mundo, y mantiene en sus aceras la esencia oriental de antaño. Templos budistas en donde se celebran ancestrales rituales; palacios y monumentos que confirman la grandiosidad del Reino de Siam; o modernos hoteles y restaurantes que forman parte de los listados de los lugares más “chic” del planeta comparten escenario con exóticos mercados de flores, amuletos, productos regionales o imponentes centros comerciales.
Desde el momento en que el viajero desembarca en el inmenso aeropuerto internacional de Suvarnabhumi, inaugurado en 2006, se hace una idea de lo que le espera en Bangkok: tradición y modernidad envueltas en la más famosa de todas las sonrisas, la thai.
Bienestar a dos manos
En la última década el concepto de spa -del latín salus per aquas-, se ha expandido en Tailandia de forma asombrosa y abarca, entre otras, técnicas como la aromaterapia, diferentes clases de masajes, el reiki o la reflexología. Sin embargo, los masajes tailandeses provenientes de ancestrales enseñanzas orientales son los más solicitados. Antes de empezar la jornada turística, una buena opción es dirigirse al Wat Poh, el templo más antiguo de toda la ciudad. Data del s.XVI y en su interior se encuentra la estatua del Buda Reclinado más grande del país, al que rodean una gran colección de estatuas e imágenes de buda. El templo acoge también las instalaciones de la Real Escuela de Masaje Tailandés, donde unas adiestradas manos devolverán al cuerpo el bienestar arrebatado por el jet lag, en el más tradicional de los escenarios. Si por el contrario, se prefiere un lugar más sofisticado, el particular spa Face, a orillas de uno de los canales o klongs del barrio de Sukhumvit, ofrece una experiencia holística única en sus casas de madera de teca de estilo thai, que evocan las caravanas de la Ruta de la Seda.
El Gran Palacio: devoción y fantasía
Un universo soñado de templos dorados, de pagodas y de torres en espiral con decoraciones brillantes, emerge destellante ante los ojos del viajero en el complejo del Palacio Real, donde uno de sus templos, el Wat Phra Kaeo, custodia la imagen religiosa más venerada del país: el Buda Esmeralda, Protector Sagrado de Tailandia.
Las figuras de varios seres inanimados ahuyentan los malos espíritus y engalanan los exteriores arquitectónicos de un recinto, que resulta, como poco, de otro mundo. Otros de los grandes monumentos de la ciudad son el Templo del Amanecer o Wat Arun, y el Templo del Buda de Oro o Wat Traimit. Acercarse a ellos en tuc tuc -una moto con carrocería para pasajeros-, es una forma rápida, económica y divertida, que facilita la movilidad por una de las capitales más seguras del mundo, aunque con un tráfico caótico.
El señor de la seda
Jim Thompson, un arquitecto americano miembro de la CIA, saltó en paracaídas sobre Tailandia en 1945 para luchar contra las tropas japonesas. Thompson se enamoró de la arquitectura, de la gastronomía, del arte, de la gente, y especialmente de la seda tailandesa. Creó la célebre Thai Silk Company para modernizar los procesos productivos de la seda y expandir el producto por todo el mundo, convirtiéndolo en un icono nacional. Se dice que quien sabe vestir de seda, sabe vestir corazones… Jim Thomson consiguió que la calidad de sus productos llevara las miradas de medio mundo a Tailandia. Su casa convertida en museo es hoy en día una de las atracciones más visitadas de la ciudad. Sus objetos personales, junto con una valiosa colección de arte oriental, describen la vida de este personaje que desapareció misteriosamente en las selvas malayas en 1967 sin dejar rastro alguno.
Entre mercados y fogones
Los thais comen y picotean a cualquier hora, lo hacen en la calle, a las puertas de un templo o en lujosos restaurantes. La ciudad ofrece una amplia oferta de posibilidades y precios, así como de sabores. Degustar una ensalada picante de papaya verde, unos tallarines Pad Thai al wok, o la sopa de leche de coco y pollo llamada Tom Kha Gai, es algo que no debe faltar en un viaje por estas tierras.
La gastronomía tailandesa se ha impuesto con fuerza en occidente y sus adeptos podrán acercarse a ella gracias a las clases de cocina que imparte el mítico restaurante The Blue Elephant, especializado en la llamada Royal Thai Cuisine. El profesor acompañará a los alumnos a los mercados de frutas y verduras, y especias… Descubrirán juntos los secretos de los productos locales, escogerán los ingredientes necesarios para el sofisticado menú que prepararán en clase, y almorzarán sus propias creaciones en la idílica mansión centenaria del restaurante.
El paraíso de las compras
Resulta imposible enumerar la inmensa cantidad de mercadillos y centros comerciales que existen en la llamada “Meca de las compras de Asia”. Sin embargo, The Emporium y Siam Paragon son quizá los de más alto nivel y más completos de todos. En este último, el viajero encontrará el renombrado Gourmet Market, toda una experiencia gastronómica para sibaritas.
Los mercadillos callejeros presentes en todos los barrios se han convertido en una divertida experiencia en Bangkok. Destacan el Khao San, frecuentado por mochileros; el Pat Pong, en el barrio rojo, que por su extensa oferta de imitaciones y copias de relojes, camisetas o carteras, atrae a varios extranjeros; o el Suam Lum Night Bazaar, con música en directo y una innumerable oferta de puestos de comida, congrega a todos aquellos que buscan artesanías y souvenirs.
Muay Thai, un arte defensivo
El deporte nacional tailandés se llama Muay Thai, existe desde el año 200 a.c. y en un principio sólo podía ser practicado por miembros de la casa real y altos oficiales. Debido a los conflictos con la vecina Birmania, esta especie de boxeo se extendió entre los guerreros del reino como una modalidad defensiva que, además de puños, consentía patadas. En el Lumpini Stadium de Bangkok se pueden presenciar combates de este deporte en un ambiente muy particular. Sorprenden los rituales de respeto que imparten los contrincantes a sus entrenadores y las danzas que anteceden a cada enfrentamiento. Los tailandeses tienen la peculiaridad de convertir en arte las cosas más simples: los saludos, las tallas de verduras y frutas y, quien lo diría, el boxeo.
Los imprescindibles de la noche
1. Acudir a la terraza del “Hotel Oriental” para disfrutar del atardecer a orillas del río, como lo hicieran en su momento Somerset Maugham, Agatha Christie o Rimbaud.
2. Hacer un crucero nocturno por el río a bordo de cualquiera de los barcos iluminados con luces de neón para contemplar, desde un ambiente muy kitsch, el skyline futurista de Bangkok.
3. Cenar una parrillada de mariscos en Vértigo, el restaurante del último piso del Hotel Banyan Tree, aclamado por varios críticos internacionales.
4. Tomar un Mai Thai al ritmo de jazz en “Sirocco”, el bar panorámico del State Tower con las luces de Bangkok a sus pies y una decoración digna de una película de James Bond, que le ha merecido el título del bar más cool del mundo.
5. Disfrutar de los mejores DJ´s en “Beds Super Club”, un lugar en forma de nave espacial de plástico blanco que permite bailar hasta que el cuerpo aguante.