Delhi me sigue invitando a descubrirla. En cada viaje le encuentro nuevas facetas pero aún tengo la sensación de no conocerla.

De India he escrito un poco. Sin embargo cuando releo mis archivos tengo la impresión de que sencillamente entenderla, describirla y transmitirla es tarea de titanes… Una cuestión, a la que por cierto, renuncié hace mucho.
No creo que haya que entender India, simplemente hay que vivirla. Unos nos dejamos atrapar por sus grandezas y riquezas, por sus contradicciones o por su diversidad antropológica. A muchos otros simplemente no les interesa hacerlo. Cosa que entiendo y encuentro válida, no todos los lugares son para todo el mundo.

Acabo de regresar nuevamente de esa nación a la que románticamente alguien se refiriera como la “lagrima que cae de Asia”. Un subcontinente que aúna lo imposible, lo irracional y lo nunca imaginado; una tierra que está llena de historia y magia, de absurdos extremos, de realidades indómitas; de razas, religiones y dialectos practicados por mil doscientos millones de almas.

En 2009 escribí: “Por mi parte, creo que Delhi merece una segunda oportunidad. Un escenario que abarca cada vez más numerosa clase media, y en el que se haya la capital de una sociedad emergente como ninguna, tiene que tener una faceta que aún para mi es desconocida”.
He regresado a la capital de la India y no se si he visto esa faceta.

Tengo claro que la grandiosidad del Imperio Británico se palpa arquitectónicamente en la llamada Nueva Delhi, la ciudad trazada por el arquitecto inglés Edwin Lutyens entre 1912 y 1929 para convertirla en capital del país, título hasta entonces ostentado por Calcuta. Aquí destacan la Puerta de la India, una especie de Arco del Triunfo; el Palacio Presidencial –antigua residencia del virrey británico-, el Congreso y varios edificios diseñados para albergar los ministerios del estado.


La parte más moderna de la ciudad es cada vez más cosmopolita. El barrio de Greater Kailash rebosa cafeterías, restaurantes de todas las gastronomías del planeta y centros comerciales con las grandes marcas del lujo occidental.
En la ciudad vieja el tiempo parece haberse detenido manteniendo las raíces más intrínsecas de esta nación.

Una caminata por la zona de Chandni Chowk me volvió a enseñar la caótica realidad de la ciudad. Una realidad que parece una película en la que no hay ni guión ni director y donde la sucesión de espectáculos es continua. Tiendas y comercios lo dominan todo: puestos de variopinta comida local, talabarteros, mecánicos de coches, viejas cajas donde se venden tornillos, radiadores, tuercas y espejos de motos que conviven a la sombra de absolutos nudos ciegos conformados por los cables de la electricidad y que los monos aprovechan para cruzar la calle por los aires.

Peluqueros, sastres, libreros, puestos de toallas, de colchas, de ropa, o de zapatos y sandalias; bisutería, dátiles, flores, anacardos, talladores de madera o vendedores de frutas y verduras tienen su ordenado espacio dentro de un desorden que sólo ellos entienden.

Carretillas llenas de pescado fresco, carnicerías musulmanas con corderos colgados, maniquíes de descolorido plástico que exhiben saris y sedas brocadas, rollos de azules y amarillos hules, cuerdas, piedras, joyas y baratijas de toda clase atiborran las aceras.

Y siempre presentes los ojos negros. Ojos de la India, ojos de un pueblo que mira eternamente. Ojos de niños, mujeres y hombres que transmiten ternura y paz; sosiego y calma en medio de un ciclón de vehículos, mercancías, perros escuálidos y famélicos seres que impulsan los pedales de los rickshaws; aquí todos corren sin prisa entre chilabas y turbantes…


Empiezo a pensar que la gracia de esta capital está en contemplar ese espejo de contradicciones en el que se miran la vieja y la nueva Delhi.


Son muchos los monumentos a visitar en esta capital. La mezquita de Jama Masjid, la más grande de la India con capacidad para 20.000 fieles; el Fuerte Rojo llamado así por el color de su piedra y que es todo un símbolo de la arquitectura militar; el parque arqueológico Qutub Minar con su minarete de 72 metros que simboliza el dominio islámico sobre la ciudad; la tumba de Humayun un ejemplo de síntesis de arte persa e hindu-musulmán cuya cúpula recuerda al Taj Mahal o la Raj Ghat el lugar donde en 1948 fuera cremado Ghandi.


Otro lugar, es el Templo Gurdwara de la religión sikh, que por su especial encanto, este recinto será motivo de otro post.
He visto mucho pero tengo la sensación de no haber visto nada. Me falta perderme por Delhi.
Si en mi visita anterior quedé convencido de que la ciudad tenía otra faceta, en esta oportunidad he quedado con la necesidad de adentrarme por sus barrios y callejuelas, de acercarme a lo que no viene en los folletos, de subir a su metro, de patearla y olerla; de encontrar esas muchas otras facetas que con seguridad tiene. Necesito hacerlo, necesito vivir Delhi a mi aire, a mi ritmo, con mi propio “mapa psicogeográfico”, a mi antojo…

Si la Vieja y la Nueva Delhi se contraponen, mi contradicción radica en haber estado dos veces y saberla desconocida.
Delhi, fascinante puzzle a orillas del río Yamuna, metrópoli resultante de siete ciudades antiguas sobre las que se asentaron desde el año 1000 a.c. diferentes reinos y dinastías, puedes tener la certeza que regresaré a tus calles para redescubrirte.
Fantastico relato sobre Delhi, enhorabuena
Conformada por cientos de etnias, la India es el paisaje humano más variado del planeta. Un submundo que cobija las más monstruosas diferencias y desigualdades. Es esa «divinidad contradictoria» de la que muchos nos hemos enamorado y a la que siempre regresamos para jamás acabar de conocerla.
Magnífico relato. Estaré pendiente de nuevas entradas.
Un saludo
HERNANDO IZAZA, QUE BACANO TENER ESTA OPORTUNIDAD QUE NOS PRESENTAS, GRACIAS POR TU APORTE AL TURISMO
Estoy conmovida con esta entrada. No he estado en India y no se se si quiero ir… De momento sentirla de la forma como aquí la relatáis es quizá la mejor manera de empezar a acercarse a algo que, en mi caso, me da algo de temor.
Gracias.
Que forma tan cercana de traernos esta preciosa ciudad. Sin duda, es una deuda que tenemos pendiente, ya nos contarás con tranquilidad este viernes! 🙂
Me alegra ver que este texto, resultado de mi experiencia personal y verdaderas sensaciones, esté gustando. Gracias por los comentarios.
laura, tómate tu tiempo, a todos nos llega el momento de ir… Si no te ocurriera nos sigues leyendo. Ja, ja, ja.
Great post. I would like to repeat my trip to India too. And just a sugestion, let me encourage you, Mr Isaza, to write in English your blog.
Hernando, qué bueno eres escribiendo!!! Muy buena descripción de esa fantástica ciudad
Alucinante todo. Quisiera saber escribir para poder compartir aquí todo lo que he sentido al leer esta magnífica entrada.
Algún VOLUNTARIO -estamos en crisis- para traducir todos nuestros textos?
Chapeau!!! Cada dia que pasa me convenzo mas de que la sensibilidad invade todo tu ser!!!
Quiero volver a la India de tu mano!!!
Increible descripción. Coincido ampliamente en que nunca se acaba de conocer la India.