En la llamada “ciudad rosa” de India, aquella que fuera capital de los marajás, la fantasía, la opulencia, la extravagancia e incluso el caos, se mezclan en estas cinco experiencias que ningún viajero debe obviar.

Corría el año de 1853 cuando el Príncipe de Gales realizaría su primera visita oficial a Jaipur. Para tal acontecimiento las autoridades locales decidieron engalanar la ciudad y adornarla de la mejor forma. Para ello, decidieron pintar las fachadas de la capital del Rajastán de rosa, un tono que aquí se asocia con la suerte. Y quien tenga la suerte de llegar hasta esta ciudad no puede dejar de incluir en su agenda estas cinco experiencias:
1. Subir el Fuerte Amber a lomos de elefante

Contrariamente a lo que muchos piensan, esta fortaleza a las afueras de Jaipur no está construida en mármol, se erigió en piedra, un material muy utilizado aquí en el Rajastán. El ascenso se hace en elefantes -muchos de ellos pintados de colores- de la misma manera que lo hacían en su época los marajás. Es una figura del Dios Ganesh la que da la bienvenida a un edificio colosal, precedido por unas enormes puertas de madera que conducen literalmente a “otro mundo”. Su patio central, la sala de los espejos y el decorado de los arcos frontales del recinto principal dejan atónito a cualquiera. Antes de empezar el descenso –esta vez en jeeps- el viajero se deleitará con varios puestos de artesanías o encantadores de serpientes. La bajada normalmente se realiza en jeeps, añadiendo aún más aventura a la excursión.
2. Visitar el Palacio Real

El casco histórico de Jaipur está trazado sobre una cuadrícula de nueve partes, recreando el antiguo mapa hinduista del universo. El Palacio de la Ciudad o Real, se levantó justo en el centro de esta distribución y su estilo es una mezcla de la arquitectura Moghol y Rajpur. De su interior se puede decir que es una ciudad dentro de la ciudad: la residencia privada del Marajá, el Palacio del Harem, oficinas administrativas, tiendas o un par de museos…
Entre los monumentales patios destacan especialmente los de Pitam Niwas Chowk por los dibujos que adornan sus portales y el de Diwan-i-Khas Chowk.
3. Acercarse al observatorio astronómico de Jantar Mantar

Es el observatorio astronómico solar más grande del mundo y aún se encuentra en activo. Arquitectura, ciencia y religión –los astrónomos indios también eran sacerdotes-, se funden en este recinto al aire libre que recibe diariamente miles de visitas por lo curioso de sus artefactos. La predicción de eclipses o el poder descifrar la posición de la estrella solar son aspectos que desde la antigüedad han regido la vida de este Patrimonio de la Humanidad cuyo nombre deriva del sánscrito Yantra (instrumento) y Mantra (magia).
4. Conocer el llamado Palacio de los Vientos

Construido por orden del rey poeta Sawai Patrap Singh en el s. XVIII para albergar allí a las mujeres de su harem, este edificio también de color rosa es todo un símbolo de Jaipur. Sus cientos de ventanas semioctogonales y de formas curvas se vislumbran desde el exterior a modo de mágicas celosías, desde su interior las mujeres podían observar la vida de la ciudad sin ser vistas. Su nombre hindi es el de Hawa Mahal, que significa Palacio de los Vientos, por el dulce sonido que produce el aire al colarse por sus ventanas. Son cinco las plantas de este monumento y sus dos últimas semejan la cola de un pavo real, animal que en esta nación tiene un gran valor simbólico.
5. Recorrer el centro de la ciudad en rickshaw

Vehículos de todo tipo, personas de mil rostros y una variedad amplia de animales constituyen la vida y el caos de cualquier calle de Jaipur. Por ello, subirse a un rickshaw tirado por un hombre que pedalea jadeante su bicicleta es como remontarse a otra época. El incesante sonido de las bocinas y los pitos, la algarabía de cada esquina y el discurrir lento de camellos sólo se aprecia desde el mismo meollo por el que se adentra el visitante a bordo de un rickshaw.