Un vasto desierto, caprichosas montañas, fértiles valles, históricos pueblos y un batido Atlántico, son los componentes de una isla variada, plural y diversa como pocas.

Hace pocos días volvía a Gran Canaria, la isla que sin duda, aglutina todos los contrastes del archipiélago canario, de ella dicen algunos que es la “miniatura de la miniatura”.
Aunque se haya visto varias veces y se conozcan muchos de sus atributos, los atractivos de esta porción insular brillan siempre por sí mismos: una capital llena de encantos, playas urbanas, plataneros, valles agrícolas, importantes asentamientos geológicos, pueblos coloniales, el desierto más grande de Europa, y por supuesto, el famoso ron canario.
Su capital, Las Palmas de Gran Canaria, tiene un casco histórico que muchos desconocen: Vegueta. Cada paseo por sus calles irradia momentos del pasado y a cada paso se entiende la importancia que tuvo esta ciudad como punto de enlace entre España y las Américas en la época de colonial. La Casa Museo Colón (s.XVI) es un buen ejemplo de ello. La Catedral de Santa Ana, de interior gótico e interior neoclásico, da cobijo al Museo de Arte Sacro y al famoso Patio de los Naranjos. Por las calles aledañas –hoy en día todas peatonales-, se suceden varios museos como el Centro Atlántico de Arte Moderno o el Museo Canario, además de varias casonas, cuyos típicos balcones de madera tanta fama han dado a este archipiélago. El alma comercial de la ciudad es el barrio de Triana al que fácilmente se accede a pie desde el centro histórico por un paseo atestado de tiendas de todo tipo.

No lejos de esta zona se encuentra el barrio del puerto con el bullicioso Parque Santa Catalina (sede de las presentaciones del famoso Carnaval de Gran Canaria) y la popular playa de Las Canteras: un emblema capitalino.


Al sur de la isla, el espacio protegido de Dunas de Maspalomas, es el desierto más grande de Europa. De fina arena, estas dunas -en permanente movimiento- alcanzan alturas hasta de diez metros, pudiéndose caminar por ellas o recorrerlas en camello en un paseo que rememora los escenarios del cercano Sahara. Las playas de San Agustín y del Inglés son las preferidas por los miles de turistas que llegan hasta aquí a lo largo de todo el año en busca de un sol constante que parece no enterarse nunca de que el invierno también existe. La cercana zona de Meloneras ha ido ampliando su oferta hotelera, de ocio y comercial en los últimos años. Desde las poblaciones de Puerto Rico y Mogán los aficionados a la pesca deportiva realizan sus salidas a alta mar, una actividad que cada año gana más adeptos.

Por el contrario, el interior de la isla -por suerte inexistente para el turismo de masas-, reúne una serie de parajes de montaña y fértiles valles en los que los típicos pueblos coloniales nos transportan a otras épocas (y en muchos casos lo hacen, gracias a sus características, a pueblos de América): Tejeda, Teror o San Mateo, son buenos exponentes de la arquitectura canaria que tanto auge tuvo en el Nuevo Continente. Las carreteras son sinuosas, repletas de barrancos y curvas y circundan asentamientos geológicos de gran importancia como el Roque Nublo, la roca más fotografiada de Gran Canaria, símbolo insular por excelencia. En muchos casos, a ambos lados de las carreteras se agolpan restaurantes de comida típica canaria y ventas de productos de la región, una delicia para los sibaritas. Y los miradores se encuentran por doquier para contemplar un paisaje desde los 1000 ó 1500 metros de altitud.




Las plantaciones de plátanos (el producto típico de Canarias) se extienden hasta el norte, concretamente hasta la población de Arucas, visible desde la distancia gracias a las torres de la neogótica iglesia de San Juan Bautista. Es aquí donde se encuentra la casa del ron canario, la Destilería Arehucas, donde nadie debe perderse la cata de sus diferentes productos (un aspecto más para sentirse en Suramérica); el mejor: el Gran Reserva 20 años.



Desde aquí, conviene acercarse a Guía y a Gáldar para contemplar los restos aborígenes. Y en Agaete, un pueblo pesquero por excelencia, los aromas de los cultivos de café, mango y aguacate, vuelven a situarnos en un trozo de América.
Gran Canaria es “casi” tropical siendo europea. Sabores, música, tradiciones, palabras, y sobretodo, el español hablado por sus habitantes, nos acercan más al Caribe que a la Península.
La maravillosa combinación entre Europa y el trópico, me hacen pensar seriamente en irme a vivir allá.
Gran artículo sobre la Gran Canaria!
voy con frecuencia Gran Canaria, y este post me sera muy util, para por fin encontrar esos rincones tan atractivos, como escondidos.
Precioso reportaje y muy interesante,gracias por tenernos documentados.
Saludos
Precioso reportaje y muy interesante,gracias por tenernos documentados.
Saludos
Excelente recorrido por esa isla de grandes contrastes. La verdad es que desde nuestra luna de miel (hace ya muchos años….) no hemos vuelto a Gran Canaria -si al resto del archipiélago-, así que buena excusa para rememorar antaños sueños. Eso sí espero que cuando lleguemos, en Maspalomas el viento sea solo brisa.
Un abrazo, Nando. Buen artículo.
Muy buen artículo, he visitado la isla en varias ocasiones pero algunos de los lugares que has mencionado no los conocía, así que que me los voy a apuntar para cuando vuelva. Yo suelo recomendar a los que me piden opinión que cuando viajen no se confíen con el calor y no solo lleven ropa de verano, los microclimas de las islas son traicioneros y a veces hay que ponerse un sueter o un chaquetita. Eso quizás lo haga mucho más un pequeño gran continente.