Para conocer a fondo el proceso de fabricación y embotellamiento de una de las cervezas más vendidas del mundo, hay que venir a Amsterdam para vivir la famosa “Heineken Experience”.
Me encuentro en Holanda en un viaje relámpago e inesperado, y con un claro cometido navideño, además de mucho, muchísimo frío. A pesar de la apretada agenda que he tenido, y de las muchas cosas que he disfrutado, nunca imaginé acabar dentro de una botella de cerveza. Hoy he visitado la antigua fábrica de cerveza Heineken, en el barrio de los museos de Amsterdam. La experiencia bien ha valido la pena: me han embotellado. Si, como todos los visitantes, he vivido a fondo la experiencia del proceso de fabricación de este brebaje, y he terminado dentro de una botella. Por suerte nadie me ha bebido, y he podido disfrutar profundamente la esencia de la casa de la estrella roja. Por cierto, es precisamente la estrella roja el mayor símbolo de la marca, y el más misterioso: en la Edad Media los cerveceros tapaban las tinas de cerveza con una estrella roja de cinco puntas, que protegían la autenticidad, y aseguraban la calidad. Las puntas simbolizan la tierra, el agua, el viento, el fuego, y un quinto elemento: “la magia”, aspecto que debe tener mucha importancia para la marca, pues así lo atestigua su permanente presencia en el logo.
En el departamento de comunicación de la casa que fundara don Gerard Adriaan Heineken en 1863, me han dejado claro, que la EXPERIENCIA HEINEKEN, no es un museo de la cerveza, es un escaparate interactivo en donde el recorrido que se realiza en cuatro niveles está destinado a potenciar y activar la vista, el oído, el tacto, el olfato, y por supuesto, el gusto.
El edificio de 135 años, es todo un patrimonio en sí, su sala más grande es la de los vitrales, y contiene las antiguas calderas de lúpulo, hechas en cobre rojizo. También está el establo de Karel, Freddy y Charly los caballos percherones de Heineken, a quienes aún se les ve con frecuencia por las calles del centro de la ciudad tirando unos originales carros cargados de barriles de una marca que conoció el éxito a temprana edad, y cuyo despliegue mundial corrió a cargo de su más carismático embajador: Alfred “Freddy” Heineken. La propietaria actual pertenece a la cuarta generación de la misma familia: Charlene de Carvalho-Heineken.
La experiencia en 4D, fue la que me embotelló. En ella, al igual que la cerveza, viajé por un proceso en el que me metieron en la mezcla de lúpulo y agua, me fermentaron con levadura, me embotellaron, e incluso me metieron en un camión de reparto, hasta que llegué a manos de un consumidor. Finalmente, en el primer bar del recorrido, se realiza una cata con toda suerte de explicaciones técnicas del sabor, color y consistencia de la espuma. En un cómodo “lounge”, y entre sofás y pantallas gigantes, se encargaron de que me quedara muy claro, que la cantidad de eventos deportivos y equipos de fútbol que ha patrocinado Heineken a lo largo de su historia, es inmensa.
La parte que gusta más a todos -aparte de las cervezas de cortesía que se degustan al final del tour- es la del embotellamiento y la promoción de la marca, las cuales corren por cuenta del visitante. Desde un ordenador se puede diseñar una botella, con el nombre de cada cual, y a su propio gusto. La informática se pone también a disposición, para que uno mismo promocione la marca, enviando su propia foto, o su propio video creado con la música que se desee, a los destinatarios que se quieran. Un juego al más puro estilo Wii, reta a todos a servir la mejor cerveza de barril: presión adecuada, ángulo de inclinación del vaso, y movimiento del mismo. Aquí todo es interactivo, didáctico, y sobre todo, diseñado para generar pasión por la marca.
En el inmenso bar se tiene derecho a dos cervezas por persona, y a estas alturas ya todo el mundo ha hecho amigos y se intercambian ideas y opiniones sobre la experiencia. En una inmensa pared los bebedores dejan su nota personal escrita en post it de colores, yo, como debe ser, dejé la de ALTUM:
Para el final, reservan el más clásico de los conceptos del merchandising, una tienda con toda suerte de objetos de una marca que contiene tres veces la letra e. Las letras del logotipo hace muchos años cambiaron de mayúsculas a minúsculas, para hacerlas más familiares y menos serias; y a la “e”, se le dio una curvatura para que diera la impresión de estarse riendo, de ser más “amigable”.
Mientras escribo estas líneas, caigo en la cuenta de una pregunta que no hice en la visita, y que probablemente algún lector aficionado a la cerveza, me la puede responder: ¿Cómo hacen para que sepa igual una Heineken de botella, a una de lata, o a una de presión?