La sonrisa de un senegalés aviva la intensidad del sol. El ritmo y el compás de sus movimientos, son patrones inherentes a una raza fuerte, tenaz y seductora, que con su honesta simpatía y sus buenos modos, componen una purísima hospitalidad a la que se ha llamado “Téranga”, un don de las gentes de estas tierras que traspasa fronteras. El mayor encanto de Senegal radica en sus habitantes, quienes, provenientes de varias etnias africanas otorgan a la población una fascinante diversidad cultural. La inmensa mayoría es musulmana aunque el animismo juega un relevante papel en una sociedad que entiende de supersticiones y amuletos, guarda en su folclor los entrañables secretos de sus raíces y considera a los “griots”, esa especie de seres entre poetas y brujos, -a mitad de camino entre lo intelectual y lo esotérico-, como pieza esencial de cualquier ceremonia y de cualquier celebración. Sus cantos, y las notas provenientes de su kora –un instrumento local similar al laúd- procuran la buena fortuna, protegen del mal y animan los eventos. Aunque el idioma oficial es el francés, los griots cantan por lo general en “wolof” la lengua de la etnia del mismo nombre más extendida en el país.
El caos urbanístico, unas condiciones sanitarias deficientes, el acoso constante de vendedores ambulantes junto con la mendicidad infantil, son aspectos que impactan con fuerza al turista europeo. Sin embargo, como siempre ocurre en África, otros son los parámetros que conquistan el corazón del visitante: la innata alegría de niños y mayores con altas dosis de honestidad personal, el amor profesado hacia su tierra y también la falta de rencor hacia los europeos que continuamente han saqueado la península de Cabo Verde (sólo basta recordar dos siglos de “exportación de esclavos”), como sus aguas. Senegal regala el esplendor de su tierra a través de las sonrisas.
El bullicioso encanto de Dakar
En la principal capital del oeste africano convergen todos los componentes de la sociedad senegalesa; el trazado urbano de Dakar esboza en sus manzanas cuadradas, en sus anchas avenidas y en muchos elementos ornamentales de las fachadas de insignes edificios, un concepto típicamente francés que recuerda el pasado colonial. La ciudad puede dar la impresión de ser una urbe a medio construir en la que el dinamismo y el caos se pasean juntos por comercios, plazas y mercados. Estos últimos son el núcleo económico de miles de personas, destacando principalmente el de Kermel, el de las élites, el de los expatriados franceses; el Mercado del Puerto, es el lugar donde mucha gente de países vecinos como Guinea, Mali o Gambia encuentra su sustento a través de la venta de variopintos artículos: telas, pilas, radios, herramientas, discos y artículos de cosmética. Un inmenso edificio pintado de colores de estilo sudanés, alberga el más grande de todos los mercados, el de Sandaga, en el que carnes, verduras, frutas, y toda suerte de pescados provenientes del Atlántico son los principales componentes.
Pero si de pescados se trata, la playa de Soumbédioune ofrece a la hora del ocaso un espectáculo sublime: decenas de multicolores cayucos arriban para descargar las capturas del día. Las mujeres de los pescadores, ataviadas con una colorida indumentaria y sofisticados “bou bou” -así se llaman los arreglos textiles que adornan sus cabezas-, clasificarán y venderán el pescado. El escenario es el de un “ritual” que encendido por los colores y olores del África atlántica, refleja sin tapujos la magia del llamado “continente negro”, imbuido del carácter extrovertido y alegre que ostentan los senegaleses. A pocos metros de este fascinante escenario, encontramos el denominado “Pueblo Artesano”, con la exposición y venta de artesanías más grande de todo Senegal donde sus puestos recuerdan las típicas construcciones de “bajareque” -mezcla de adobe y paja- de las tierras del Cap Vert.
El epicentro de la capital es la Plaza de la Independencia, en la que alrededor de sus mustios jardines se agrupan varios edificios estatales, y algunos hoteles. A unos 10 minutos en coche, y sobre una de las dos colinas que dominan Dakar, se encuentra el Monumento del Renacimiento Africano; inaugurado el año pasado para conmemorar los 50 años de la independencia de Francia, el conjunto monumental de 49 metros de altura representa a un hombre con el torso desnudo, una mujer con un seno semi descubierto y con un niño africano en brazos; costó 20 millones de euros y ha sido objeto de duras críticas, tanto por su precio, como por lo que puede significar simbólicamente en un país musulmán.
Aguas color de rosa
La Manteca de Karité, una sustancia densa y grasosa obtenida de la nuez del árbol del mismo nombre, es la que embadurna los cuerpos de los explotadores de sal del lago Retba a 45 kilómetros de Dakar, comúnmente conocido como Lago Rosa. Utilizada como protector para la piel, y a modo de “traje de buzo”, es esparcida sobre los cuerpos de quienes deben penetrar estas aguas diez veces más saladas que las del Atlántico, y de las que de un litro, se pueden extraer hasta 400 gramos de cloruro sódico y es la principal fuente de ingresos de las familias que habitan las orillas. En cuanto sopla la brisa y el sol está un poco alto en el cielo, las aguas del lago se tornan rosadas. El efecto cromático es producido por unas algas halófilas (Dunaliella Salina), o amantes de la sal, que con el movimiento del agua y la refracción de la luz colorean el lago con una tonalidad rosada más que inverosímil. Para obtener la sal pican el suelo de lago, que es poco profundo, con un palo llamado djodi, recogen el agua con unos cubos agujereados en su base para que actúen a modo de colador y una vez que las piraguas están llenas del preciado mineral, vuelven a la orilla donde mujeres y niños se encargan de amontonarla en organizadas pirámides para su venta. En este alto grado de salinidad no sobreviven ni peces ni aves, y los trabajadores del lago, terminan por presentar serios problemas en la piel y en la visión. Era en este lago en el que durante años terminaba el mítico rally París-Dakar; la prensa hablaba de él continuamente y quizás por ello, a muchos lectores les resulte familiar.
Gorée, o la alegre isla del dolor
Tan solo veinte minutos de travesía en trasbordador desde el puerto de Dakar nos llevan a la preciosa isla de Gorée, isla con un inhumano y tenebroso pasado: el del tráfico de esclavos.
El dolor, las vejaciones y lo inexplicable, tuvieron en la “Maison des Esclaves” de Gorée, su máxima embajada. De ella, se dice partieron millones de almas negras que a base de dolor contribuyeron a la formación del Nuevo Mundo.
Las historias de los guías cuentan cómo eran encerrados en minúsculos espacios, cebados hasta alcanzar el peso ideal para su venta, o tirados al mar para ser devorados por los tiburones cuando estaban débiles o enfermos. Todo lo que se oye sobrepasa lo pavoroso. El pasillo que conduce a la denominada “puerta sin retorno” donde eran embarcados, consigue evocar alaridos, latigazos y el arrastre de las cadenas del horror. Juan Pablo II y George W Bush, pidieron aquí perdón por el horror de la esclavitud. Este lugar que alimenta el triste recuerdo del comercio humano, merece sin duda una visita.
Sus callejuelas sin coches y atestadas de colores provenientes de las
flores de los balcones, de las paredes de las casas, de las prendas de vestir femeninas, o de los cuadros hechos con arena por increíbles artistas, son simplemente de ensueño y otorgan una experiencia única y también extraña frente al recuerdo de la esclavitud, en este alegre país. La brisa sopla tímidamente por unos caminos estrechos, generalmente de arena, donde alguna cabra traviesa juguetea con el cerrojo de un viejo portón, donde la pelota de un niño avanza con la libertad que otros no tuvieron en el pasado
En la pequeña colina de la isla se encuentra el Fort d’Estrées, levantado por los franceses, y donde actualmente se encuentra el museo Histórico de Senegal.
Ficha Técnica
Cómo Llegar
Iberia y Air Europa disponen de varios vuelos directos semanales entre Madrid y Dakar. Tanto Air France como la portuguesa TAP disponen de vuelos vía París o Lisboa, respectivamente, los siete días de la semana.
Moneda: la moneda senegalesa es el franco de África Occidental, llamado franco CFA, y es de curso legal en varios países de la zona. El euro cotiza frente al franco CFA a 655.96 por unidad.
Visado: Los ciudadanos españoles no requieren de visado turístico. El pasaporte debe tener una vigencia superior a seis meses desde la entrada al país.
Vacunas: Aunque no existen vacunas obligatorias, se recomienda la de la fiebre amarilla, y algún tratamiento profiláctico para la malaria.
Clima: La estación seca va de Noviembre a Junio, mientras que la húmeda se extiende de Julio a Octubre. La temperatura promedio anual es de 25º C
Dónde dormir
Hotel Radisson Blu: Uno de los últimos en abrir en la capital senegalesa, con todo el confort y el modernismo de esta cadena que se empeña en dar un toque algo minimalista y también cómodo a sus nuevos establecimientos.
http://www.radissonblu.com/hotel-dakar
Hotel Le Meridien President: Un clásico de cinco estrellas que sigue siendo el favorito de muchos empresarios y turistas. Sus instalaciones ofrecen todo tipo de comodidades. Sus cuidados jardines y piscinas son un referente de los propios senegaleses.