Aruba, la isla feliz

Naturaleza, deportes acuáticos, celebraciones de bodas, casinos y compras libres de impuestos hacen de esta isla la preferida de los que visitan el Caribe no español. Su eslogan, One Happy Island, se ha convertido en un gran éxito que perpetúa en la memoria de quienes tras visitarla se refieren a ella como “La Isla Feliz”.

Aruba ya no forma parte de las Antillas Holandesas. En 1986 firmó un estatuto de autonomía que la reconoce como nación independiente, aunque sigue siendo parte del célebre ABC holandés del Caribe, junto con Bonaire y Curaçao.

Un alto porcentaje de los visitantes de esta isla suele regresar una segunda vez, es decir, son reincidentes. Además, el destino se ha consolidado como el sitio del Caribe en el que más bodas se realizan gracias a la inmensa oferta de hoteles de diversas categorías que fomentan la realización de casamientos sencillos, temáticos o celebraciones con una puesta en escena cercana a la fantasía. Por su parte, la variedad de la gastronomía, se manifiesta en restaurantes de diferentes insignias y especialidades culinarias provenientes de todo el mundo: indonesios, chinos, franceses, caribeños, peruanos o españoles.

Las autoridades arubianas, conscientes de la importancia del turismo, no cesan en su lucha por otorgar al extranjero un producto de primera calidad. La población local, gracias a las innumerables campañas y cursos de formación impartidos por el gobierno, es consciente de la relevancia del trato profesional al visitante. Su buena actitud y permanente disposición para dar lo mejor de sí, hace de estas gentes unos estupendos anfitriones, quienes además de papiamento -la lengua oficial compuesta por variaciones de palabras portuguesas, españolas y holandesas-, hablan holandés e inglés y en la mayoría de los casos, español.

La ciudad naranja

El nombre de su capital rinde homenaje al color de la casa reinante en Holanda, los Orange. Se llama Oranjestad y es parada obligada de la mayoría de los cruceros que recorren las aguas del mar Caribe. Muchos de ellos pernoctan en su puerto, por lo que los comercios de perfumería, alcohol, tabaco y grandes marcas de cristalería, joyería y moda, se convierten en la delicia de los adictos al shopping; así mismo, los establecimientos dedicados al ocio y el entretenimiento como pubs, casinos, bares o discotecas no cesan en ofrecer atractivas ofertas y espectáculos a unos viajeros dispuestos a dejarse sorprender por la magia de las noches caribeñas.

La ciudad está siendo sometida a un ambicioso plan que pretende regresar a sus calles la gloria de otros tiempos, su nombre es BoAruba (literalmente Tu Aruba), y para los entendidos en urbanismo no cabe duda que tras su total ejecución, la capital isleña lucirá su mejor cara.

Poco a poco muchas fachadas se van restaurando y consiguen volver a mostrar su aspecto original.  Los edificios gubernamentales que enmarcan la plaza principal empiezan a brillar con la opulencia que los marinos y mercaderes holandeses trajeron a estos lares en épocas del colonialismo. La principal arteria comercial llamada L.G. Smith Boulevard, será adoquinada para uso exclusivo de los peatones y la zona de carga y descarga de buques atestada de contenedores industriales se está trasladando a las nuevas instalaciones portuarias de Barcadera. Cuando las obras concluyan, quienes arriben al puerto de cruceros gozarán de una panorámica de la capital libre de cualquier contaminación visual.

Las Cortes Generales, el Museo Arqueológico o la célebre Water Tower también están sometidas a dicho proceso de rejuvenecimiento y previendo, que al prohibir el tráfico en el casco histórico otras vías capitalinas puedan congestionarse, a Bestuurkantoor, la calle ubicada detrás del Edificio de Gobierno, se le están añadiendo nuevos carriles que permitan una mayor fluidez vehicular.

Playas y Divi-Divis

Probablemente lo de “playas paradisiacas” suene a tópico. Pero en esta isla, las típicas playas de catálogo de viajes existen y no defraudan: fina arena blanca, cálidas aguas tropicales en ocasiones turquesas y por momentos azul intenso o verde esmeralda marcan la pauta en la costa de Aruba. Si a esto le sumamos el incesante sol, los deportes acuáticos, el buceo en fondos de coral y la sonrisa insular que desprende de sus labios la palabra Bon Bini, que significa “bienvenidos”, estamos muy cerca del paraíso. Y si bien las palmeras no escasean, hay un árbol típico de esta isla al que llaman fofoti o más familiarmente divi-divi, que es muy fácil de reconocer en cualquier playa gracias a la inclinación de su tronco  producida por los vientos alisios: siempre mira al mar con reverencial deferencia. En la playa de Eagle Beach se encuentran los más fotografiados de todos. Caprichosos, de formas imposibles y con sus maderas enroscadas, son el escenario que escogen para su “book de bodas” la gran mayoría de quienes vienen aquí a contraer nupcias.

Al noroeste de la isla y con una extensión de tres kilómetros se encuentra Palm Beach, la playa arubiana a la que todos quieren regresar. Sobre ella se concentran la mayoría de los hoteles pertenecientes a renombradas cadenas internacionales y muchas urbanizaciones que han elegido americanos, holandeses y canadienses para su retiro. Paralela a la playa discurre una vía peatonal óptima para practicar deporte en las mañanas cuando el sol aún da un respiro. Al otro lado, centros comerciales, tiendas de souvenirs, sport bars y restaurantes de alta categoría se agolpan ofreciendo la faceta más chic de Aruba.

En el suroeste insular, donde se asentara la mayor refinería de petróleo en los años cincuenta, se encuentra la playa de Baby Beach ideal para familias con niños gracias a su tranquilo oleaje de laguna o para quienes buscan un remanso de paz alejado de las multitudes.

Aunque la posición geográfica de la isla la ubica fuera del área de influencia de huracanes, la acción del viento es decisiva para los que practican surf, windsurf o parasailing. Es la playa de Hadicurari a la que acuden masivamente los aficionados a estos deportes. Para realizar snorkel, otra de las actividades que capta más adeptos, la playa de Boca Catalina presenta un gran arrecife que hace las veces de rompeolas y permite descubrir unos fondos submarinos sin igual, verdaderos caleidoscopios coralinos.

Naufragios de renombre

Para cualquier buceador sumergirse en fondos dignos de una película es más que una fantasía. Más allá de la amalgama de los coloridos fondos coralinos aquí presentes, hay un componente que pone la magia… Me refiero a los buques hundidos en estas aguas, entre los que destaca el carguero Antilla, el naufragio más grande de este mar americano, colocado en el fondo del mar por su capitán antes de rendirse en 1940 ante la amenaza alemana. Partido en dos trozos, hoy sus habitantes no son otros que los miembros de la rica fauna marina de los arrecifes.

Aunque poco se hable de ello, el SS Pedernales, de insignia británica, fue torpedeado por los alemanes en febrero de 1942 durante la segunda guerra mundial en las aguas territoriales de Aruba. En frente de la playa del hotel Holiday Inn, la inmersión al Pedernales, es una de las más solicitadas por los principiantes del buceo.

Descubriendo la isla

Al recorrer esta isla plana y arenosa se aprecian inmensas e imponentes formaciones geológicas, muchas de las cuales sirven incluso de mirador. Otras, como las célebres formaciones rocosas de Ayo, fueron las viviendas de los indios caquetíos, pobladores que dejaron sus petroglifos en la piedra y que eran parte de la tribu Arawak proveniente de Suramérica. Alonso de Ojeda la bautizo como la “isla de los gigantes” por la altura de sus habitantes, quienes rápidamente fueron exportados hacia Santo Domingo en la República Dominicana para ayudar en la explotación de las minas de cobre.

Los holandeses tomaron posesión de Aruba a mediados en 1636 pero en los tiempos de las guerras napoleónicas los ingleses arrebataron este terruño a la casa de Orange. Finalmente, el destino quiso que fueran los holandeses quienes en 1816 retornaran a Aruba, un estado hoy independiente, que hace parte de los Países Bajos.

Las opciones para explorar la isla son varias. Muchos optan por bordear su costa a bordo de un catamarán en una travesía de día entero; los hay quienes se apuntan a las excursiones en kayak en las zonas de manglares para pescar su propia cena y vivir así una exótica aventura que descubre todo el color de los fondos coralinos. Otros se conforman con hacer una inmersión en submarino a bordo del Atlantis una de las atracciones más demandadas de la isla, que permite sin necesidad de saber bucear, contemplar los famosos bosques de esponjas, bancos de peces multicolor y algunos de los barcos hundidos que descansan a 36 metros de profundidad, como son el Mi Dushi (“mi querida”) o el Morgenster.

Nosotros nos decantamos por un safari en jeep Land Rover para conocer las atracciones insulares más relevantes de una forma absolutamente emocionante. En Aruba, a diferencia de muchos otros lugares, es uno mismo quien conduce su propio vehículo. Las excursiones se hacen en caravana de unos 10 vehículos con un jeep guía, comunicados todos por intercomunicadores inalámbricos. La más popular es la que toma rumbo hacia la “Piscina Natural” recorriendo el interior de la isla y sus paisajes a campo abierto. La primera parada es en el faro California al noroeste de la isla, todo un hito escénico nacional cuyo nombre rinde homenaje a un buque estadounidense que naufragara en estas costas y donde se obtienen unas vistas maravillosas de las inmensas dunas y la abrupta costa. Se prosigue hacia uno de los lugares más místicos, la capilla de Altavista, que erigida sobre las mismas piedras en las que en 1750 se levantara la primera iglesia católica de Aruba, es un lugar de paz y contemplación al que se accede por una serpenteante carretera, que curva tras curva, desvela místicamente las imágenes del viacrucis. Finalmente la Piscina Natural, una gran poza rodeada de arrecifes es el lugar para hacer snorkel y deleitarse con el paisaje subacuático, un lugar solamente accesible en vehículos todoterreno.

En el camino de regreso hacia Oranjestad se observa la segunda ciudad del país, San Nicolás, a la que llaman cariñosamente Chocolate Town por la cantidad de ciudadanos de raza negra, que provenientes de las islas británicas del Caribe, llegaron para trabajar en los años cincuenta con la petrolera Shell. Es aquí, con los lugareños, donde mejor se palpa el verdadero sabor antillano de música, color y “sabor” como dicen por estas tierras.

Las excursiones en cómodos autobuses con aire acondicionado gozan también de mucha demanda. Por su parte, quienes prefieran ir por libre encuentran varias compañías de coches de alquiler en el céntrico aeropuerto Reina Beatrix.

Parque Nacional de Arirok

En la década de los años ochenta un 18% del terreno de la isla -exactamente la quinta parte del territorio insular-, fue declarado Parque Nacional. Arirok es la reserva natural más grande de la isla y en él se encuentra la mayor elevación montañosa de Aruba, el cerro Jamanota que se levanta 188 metros por encima del nivel del mar. Existen diversos caminos y trochas perfectamente demarcados para senderistas y amantes de la naturaleza, quienes en sus trayectos, descubren la fauna y flora propia de lugares semidesérticos: iguanas, grandes lagartijas de color verde, extraños tipos de cáctus o plantas de aloe vera, así como tres especies endémicas de árboles: divi divis, watapanas y kivis. Esta reserva es también rica en formaciones geológicas de lava, diorita de cuarzo y piedra caliza, por lo que existen varias cuevas donde es posible observar las pinturas rupestres antes mencionadas. Las ruinas de las minas de oro de Miralamar, el manantial de agua dulce o la típica construcción de campo llamada Cunuco, son otros de los sitios a visitar en Arirok.

Avestruces, burros y caballos

Adentrarse en el mundo de estas aves incapacitadas para volar es una atracción demandada con fuerza por todos los niños. El accidentado paisaje de la isla ofrece las condiciones óptimas para unos animales cuya carne, huevos, piel y plumas parece estar en auge en este lugar del trópico. Los pequeños pueden darles de comer, presenciar una carrera de avestruces o incluso intentar romper uno de sus inmensos huevos, parándose sobre él. Su restaurante Savanna Lodge ofrece una parrillada al más puro estilo africano donde la carne de avestruz es el principal elemento de una velada que se disfruta a la luz de las antorchas.

Los burros traídos por los colonos han sido utilizados tradicionalmente para el transporte de carga. Desde hace unos años varios organismos se han empeñado en proteger dicha especie a través del llamado Donkey Sanctuary en las inmediaciones de Santa Lucía. El grupo de voluntarios a cargo del lugar pretende aumentar la población de estos équidos que en los años setenta menguó su densidad a tan sólo veinte ejemplares como consecuencia de una peste que la azotó.

Los paseos a caballo son muy apetecidos. Las largas playas de la isla se prestan para realizar unas cabalgatas inolvidables. En el camino que conduce hacia el “Natural Bridge”, un puente de piedra natural sobre el mar, se encuentran varias fincas dedicadas a este negocio equino que cuenta cada vez con más demanda.

Aruba es una isla cosmopolita, preparada para el turismo y que goza de una temperatura media anual de 28º C, por lo que parece no haber lugar para el invierno. Desde el año 1957, cuando atracara en su puerto el Tradewinds -el primer crucero de lujo en llegar-, la industria del turismo empezó a despegar y hasta la fecha su crecimiento ha sido prácticamente imparable.