Si hace veinte años alguien me hubiera vaticinado que para los tiempos que corren Colombia habría renacido turísticamente y sería un destino más que deseado por medio mundo, le hubiese tildado, como poco, de iluso. Sin embargo, y para suerte de todos, el país ha tomado un nuevo rumbo en muchos aspectos, entre ellos el turístico. Sí, Colombia es ahora una marca reconocida, incluso anhelada. Es una nación rica en regiones y en biodiversidad, con diversas ciudades intermedias colmadas de atractivos, exuberantes paisajes y geografías imposibles y, sobre todo, con un calor humano proveniente de una simbiosis racial que despierta pasiones. Un destino que vuelve a estar de moda tras varias décadas de conflictos y problemas internos.
Hemos respirado esos nuevos aires en tres escenarios llenos de esa fuerza: Medellín, la “ciudad de la eterna primavera”; Santa Marta, la “Perla del Caribe” y Cartagena de Indias, “La Heroica”.
Medellín: del conflicto a la cultura
Con la inauguración del metro hace menos de dieciocho años, se conectaban, por fin, los extremos de una ciudad descosida, herida por la violencia y el narcotráfico. Poco a poco las llamadas “comunas”, esas barriadas de precaria infraestructura que literalmente cuelgan de las laderas de las montañas, empezaban a quedar integradas al núcleo urbano gracias al “metro-cable”, una extensión del metro compuesto por un sistema aéreo de telecabinas que, con precios reducidos para los residentes de estas zonas, ha contribuido no solamente a mejorar la calidad de vida de las personas menos favorecidas, sino que ha cambiado la fisonomía de muchos barrios y reducido los tiempos de desplazamiento de los más rezagados.
Parques, centros lúdicos y de arte, espacios culturales y bibliotecas en zonas marginales son algunos de los proyectos que, desde el convencimiento de la potencia transformadora del arte y la cultura, las autoridades locales han emprendido en un proceso de reestructuración social sin precedente alguno en la historia moderna colombiana. Los nefastos tiempos en que la dura realidad de esta ciudad ocupaba tantos titulares en todo el mundo parecen haber quedado atrás.
Nosotros hemos encontrado una urbe que, a base de ofrecer cultura a sus ciudadanos, está alcanzando el tan esperado cambio.
Protagonistas de esta “cirugía social” son los parques bibliotecas de las comunas. El Parque España, construido por nuestro país y accesible en metrocable, está compuesto por tres grandes bloques negros en forma de piedra, en cuyo interior se realizan encuentros culturales y lúdicos enfocados a la orientación social de niños y jóvenes. Continuamos en metrocable hasta la estación del Parque Arví, un espacio eco-turístico donde sobresalen majestuosos sistemas de agua salada y se ofrecen charlas para lograr la preservación botánica y faunística de la zona.
Un paseo por la tradicional Carrera Carabobo permite recorrer a pie algunas de las principales atracciones que encabezan las obras de la nueva ciudad:
Buscando la relación de los ciudadanos con el universo, los doce mil metros del Parque de los Deseos ofrecen una réplica del observatorio de los indígenas muiscas; permiten conocer el mundo de los vientos o pedir un deseo a una estrella fugaz.
Haciendo caso al eslogan del Parque Explora, “Divertirse es una ciencia”, niños y jóvenes disfrutan con las más de trescientas atracciones interactivas diseñadas para sacar la ciencia de su hermetismo y acercarla a las gentes. Salas para entender la biodiversidad del país, un acuario con especies endémicas o la posibilidad de experimentar las sensaciones que se viven ante fenómenos naturales como terremotos y huracanes son algunos ejemplos.
Por su parte, el Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe, es un verdadero pulmón verde de catorce hectáreas donde cada año se realiza la Exposición Mundial de Orquídeas. Su epicentro, Orquideorama, es todo un referente arquitectónico de la nueva Medellín y alberga exposiciones temporales y permanentes de flora.
La Plaza de las Esculturas o Plaza Botero, es la antesala del Museo de Antioquia. La grandeza que le otorgan las veintitrés esculturas donadas por el artista Fernando Botero es colosal. Estas siluetas obesas, entre las que destacan la “Mujer Reclinada”, “La Venus Dormida” o “El Pene de Adán” -que muchos acarician en busca de fertilidad-, advierten a la juventud de los logros provenientes de un trabajo honrado como es el de su artista local más internacional. La generosidad del maestro se manifiesta a través de los 108 óleos y dibujos de su autoría, además de los cuadros de diversos pintores europeos y estadounidenses del siglo XX que pertenecían a su propia colección.
La ciudad acumula museos en cada barrio y uno de los últimos en aparecer ha sido el MAMM o Museo de Arte Moderno de Medellín que, inaugurado en 2010, alberga en la que fuera una vieja siderurgia la obra de la artista colombiana Debora Arango y es sede predilecta de las exposiciones temporales de las más atrevidas vanguardias del continente.
Medellín es además, ciudad pionera en Latinoamérica en trasplante de órganos y sus empresas públicas son ejemplo mundial de eficiencia; su festival de poesía internacional ha sido premiado con el Nobel Alternativo y sus ferias de textiles y de moda son las más importantes del continente. No cabe duda, la ciudad está viviendo uno de sus mejores momentos.
Parque Nacional Tayrona: en sintonía con la naturaleza
A treinta kilómetros de Santa Marta existe una reserva ecológica por la que descienden, hasta hundirse en las aguas del Caribe, los brazos de las estribaciones de la Sierra Nevada: es el Parque Nacional Tayrona. Sus 12.000 hectáreas de bosques tropicales y 3.000 de áreas marinas dan cobijo a las más exóticas bahías, ensenadas, playas y piscinas naturales. Este mágico enclave ofrece alojamiento en unos bungalows construidos bajo los preceptos arquitectónicos de los koguis, los indígenas de esta sierra. Las noches en estos ecohabs trascurren en sintonía con los ruidos de la manigua y el arrullar de las olas. Una excursión a caballo desde la paradisíaca playa de Arrecifes hasta la de Cañaveral permite conocer los entresijos del trópico, su rica fauna y extravagante flora. Los senderistas suelen ascender el camino de piedras que conduce desde el Cabo San Juan a Pueblito, un verdadero acercamiento a la América prehispánica. Se estima que en su apogeo, este pueblo kogui, se extendía hasta la costa y llegó a estar habitado por 4.000 almas.
La ciudad de Santa Marta sobre el Mar Caribe es la más antigua fundada por los españoles en el Nuevo Mundo (1525). Nuestro paseo por su pequeño casco histórico nos lleva a conocer su catedral del s. XVI de estilo romano-renacentista, donde reposan las cenizas de su fundador D. Rodrigo de Bastidas, y la Casa de la Aduana, la primera edificación construida en suelo americano cuya importancia radica en el hecho de haber servido de albergue y lugar de velación de Simón Bolívar. En las afueras de la ciudad, en el municipio de Mamatoco, se encuentra la Quinta de San Pedro Alejandrino, la hacienda en la que en 1830 muriera el libertador de cinco naciones americanas y que forma parte del listado de Monumentos Nacionales de Colombia.
Cartagena: heroica joya colonial
El que fuera el principal puerto español en América posee un casco histórico amurallado declarado Patrimonio de la Humanidad. Su acceso principal es la Puerta del Reloj. Nada más cruzarla somete al visitante a una experiencia estética incomparable, gracias a una acertada y primorosa restauración.
Un paseo en coche de caballos por sus calles empedradas consigue mostrar la cara más romántica de un tesoro colonial atestado de nobles casonas con florecidos balcones de madera. A nuestro paso, se levantan conventos reconvertidos en lujosos hoteles o iglesias que guardan santos defensores de los negros; edificios que albergan el dolor de los horrores de la Santa Inquisición o fortificaciones de anchos muros tras los que se esconden los secretos de los bucaneros del Mar Caribe o de las épocas en que desde aquí salía el oro de las Américas para alimentar las arcas de la Corona.
En sus plazuelas es fácil toparse con las palenqueras, las descendientes de los esclavos fugados que se escondían en los palenques. Con coloridos vestidos y rítmicos movimientos se pasean portando sobre sus cabezas los platones de latón en los que apilan las frutas tropicales que venden.
Más allá de las murallas, otros barrios como el de Getsemaní, antigua guarida de esclavos liberados, se están convirtiendo en refugio de muchos que llegan a vivir a La Heroica. Sobre su Calle Larga se agolpan varios de los locales que cada noche hacen bailar a todos a base de vallenatos, cumbias, salsa o ritmos electrónicos. En Bocagrande se concentran varios hoteles y un turismo algo masificado, para muchos, la esencia de la Cartagena de siempre. Mientras, en Castillo Grande los rascacielos inteligentes ven cómo el precio del metro cuadrado aumenta sin parar. En las afueras de la ciudad, al igual que en la isla de Barú, aparecen nuevos resorts, hoteles boutique y urbanizaciones de lujo. El puerto de cruceros está siendo sometido a una ampliación que le permitirá recibir una mayor cantidad de navíos.
Escaparse a las Islas del Rosario para pasar el día permite conocer este archipiélago coralino refugio de muchos afortunados. Un almuerzo insular con las delicias locales hacen que el sabor del arroz con coco, los patacones y el pescado frito nunca se olviden. La nota más dulce la pone un jugo de mamey o de corozo, dos deliciosas frutas tropicales.