Rio de Janeiro, una ciudad que atrapa

En cualquier viaje dejamos cosas pendientes por hacer, lugares por ver o sitios por visitar. Nos decimos a nosotros mismos: “lo dejo para la próxima vez”. Por eso siempre vuelvo a Brasil, el destino que probablemente más veces he repetido y del que aún me falta mucho por conocer.

Panorámica de Copacabana. Foto cedida a Altum por Riotur / Ricardo Zerrener
Panorámica de Copacabana. Foto cedida a Altum por Riotur / Ricardo Zerrener

Como viajero tengo varios destinos que me han atrapado. En todos los lugares encuentro justificaciones para volver, pero tengo que reconocer que el sitio al que más veces he regresado es a Brasil.

No paro de preguntarme: ¿qué es lo que tiene Brasil? Tengo tantas respuestas para ello que al final no tengo ninguna. Un día me digo, son sus playas. Otro día estoy convencido que regreso por su cultura de “misturas”, pero la mayoría de las veces la respuesta es: por su gente.

No sé cuantas veces he estado en Rio de Janeiro. Son muchísimas. La última vez que estuve, hace unos pocos días en compañía de tres periodistas europeos, me parecía que no había estado nunca.

Sin duda, Rio de Janeiro es una de mis ciudades favoritas. Es una urbe que nunca se termina de conocer, que siempre sorprende, que es interminable en facetas… Una metrópolis maravillosa y desenfadada, simple y complicada a la vez, de la que me gusta hasta su nombre.

Una esquina de Lapa. Foto cedida a ALTUM por Riotur / Alexandre Macieira
Una esquina de Lapa. Foto cedida a ALTUM por Riotur / Alexandre Macieira

Puede ser la ciudad cliché de Brasil, la que sintetiza a una nación entera. Su historia, su fisonomía, su vegetación, sus playas o su alegría hablan mucho del resto del país. Dicen que su guía telefónica es después de la de Nueva York la que más apellidos extranjeros tiene, y si eso es verdad, algo tiene que tener para que atrape a tantos y tan variados forasteros. Tiene algo que hace, además, que muchos nos sintamos cariocas de adopción.

Tranvía de Santa teresa. Foto cedida a ALTUM por Riotur / Pedro Kirilos
Tranvía de Santa teresa. Foto cedida a ALTUM por Riotur / Pedro Kirilos

Un domingo de hace ocho años, mientras esperaba la llegada de un fotógrafo con quien tenía que realizar un reportaje, decidí pasar la mañana en la playa de Sao Conrado. Allí, con una cerveza Skol en mis manos y protegido del sol bajo una sombrilla, observaba un partido de fútbol entre desconocidos y al que se iban sumando varios espontáneos. Vi llegar un Mercedes Benz negro -probablemente blindado- con dos coches de escoltas a sus espaldas. De él descendió un hombre de negocios -yo resolví que debía ser banquero- cercano a los cuarenta años. Se despojó de sus bermudas y camiseta para quedarse en sunga -el minúsculo bañador que usan TODOS los brasileños- y descalzo. Se unió al partido como otro cualquiera y no consiguió meter ningún gol. Bebió del agua de coco que algún mulato le ofreció, abrazó a los jugadores a la hora de la despedida y se volvió a meter en su automóvil. Se fue seguramente a su mansión, mientras que los otros jugadores emprendieron, probablemente, camino a sus favelas.

Mis ojos no daban crédito.

¿Un banquero jugando en la playa con los mulatos más pobres, abrazándolos y compartiendo con ellos la bebida? No es una escena cotidiana, y menos en Suramérica. Ese día, mejor que nunca, entendí que Brasil es realmente un país diferente y que Rio de Janeiro es una ciudad muy especial. En ella conviven pobreza y riqueza en medio del escenario natural más espectacular. Recuerdo que por aquella época la prensa no era muy benévola con la situación de seguridad de la ciudad, y aunque ésta sufriera el horror de la violencia, yo estaba siendo testigo de un acto de camaradería y si se quiere de “humanismo”, que nunca había imaginado.

Sumergirse en la parte comercial del barrio de Copacabana infestada de galerías y tiendas, caminar con el glamur de la mano por Ipanema mientras en el ipod suena alguna bossa nova o comer en un restaurante hiper premiado del vecindario de Leblon, son ya para mí tareas obligadas.

Subir en tranvía a Santa Teresa, el Montmartre carioca, y descubrir un nuevo Bed & Breakfast o el atellier de algún artista mientras recorro el barrio, me emociona. No sé porqué en este vecindario siempre pienso en la portuguesa Sintra…

Casas de Santa teresa Copyright Hernando Reyes Isaza
Casas de Santa teresa Copyright Hernando Reyes Isaza
Mural del tranvía de Santa Teresa. Copyright Hernando Reyes Isaza
Mural del tranvía de Santa Teresa. Copyright Hernando Reyes Isaza

Perderme por las calles del centro, esas que hablan de la época imperial de Brasil y cuyos edificios nobles son la muestra del poderío europeo, o comerme un kibbeh expendido por el puesto callejero de un libanés carioca, es algo tan sublime como merendar al estilo de los aristócratas en la Confiteria Colombo, entre inmensos espejas belgas y sillas toné.

Vista desde el segundo piso de la Confitería Colombo. Copyright Hernando Reyes Isaza
Vista desde el segundo piso de la Confitería Colombo. Copyright Hernando Reyes Isaza

Empaparme de las nuevas publicaciones en la Livraria da Travessa degustando un delicioso café brasileño, acudir a un ensayo de alguna escuela de samba o a un concierto de alguna estrella internacional es algo para mí tan importante como desayunar un sábado en el Parque Lage, quizás el lugar más romántico y mágico de la capital carioca.

 

Parque Lague. Copyright Hernando Reyes Isaza
Parque Lague. Copyright Hernando Reyes Isaza

Es difícil describir la sensación de grandeza que se experimenta cuando se tiene al Cristo Redentor en frente, con la manigua y la ciudad a sus pies. Quizás sólo comparable con la magnanimidad que otorga el contemplar la ciudad desde el famoso Pao de Azúcar.

 

En el Corcovado a los pies del Redentor. Copyright Hernando Reyes Isaza
En el Corcovado a los pies del Redentor. Copyright Hernando Reyes Isaza

 

Sentarse en la calle, frente al célebre Bar Urca, con unas empanadillas de bacalao y una garrafa de cerveza compartida con amigos, es todo un ritual para quienes viven en la Ciudad Maravillosa, es una manera muy carioca de contemplar Lagoa.

Telesférico al pao de Azucar con el Corcovado de fondo. Foto cedida a ALTUM por Riotur / Pedro Kirilos
Telesférico al pao de Azucar con el Corcovado de fondo. Foto cedida a ALTUM por Riotur / Pedro Kirilos

Para ellos, otro ceremonial es acudir a la Perfumería Granado, una de las más antiguas del país, la que reinventada en diseño, sigue ofreciendo los productos de tocador más chic de todo Latinoamérica.

Recorrer la imaginación del gran Neimeyer en el Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi o en el interior de la Catedral es saberse ante las obras de un genio.

Catedral de Rio. Copyright Hernando Reyes Isaza
Catedral de Rio. Copyright Hernando Reyes Isaza
Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi. Copyright Hernando Reyes Isaza
Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi. Copyright Hernando Reyes Isaza

Adentrarse en el jardín botánico por el camellón de palmas reales es entender la fuerza de la naturaleza brasileña. Pero sin duda, la experiencia de las experiencias es tirarse en ala delta desde la Floresta da Tijuca; es la manera más “libre” de contemplar la grandiosidad de Rio. Y qué decir de la noche carioca, eso es tema de otro post, pero de momento me despido recordando dos lugares del barrio de Lapa a los que les guardo especial cariño Trapiche Gamboa y Rio Scenarium dos mecas de la música en directo y del saber bailar brasileño.

Haciendo Ala Delta desde Floresta da Tijuca. Copyright Hernando Reyes Isaza
Haciendo Ala Delta desde Floresta da Tijuca. Copyright Hernando Reyes Isaza

Es tan grande el país, tan variado y tan rico en todo, que en cada viaje siento que es la primera vez que voy. Brasil es un continente que a cada paso sobrecoge y fascina y en mi caso intento que siempre un viaje a Brasil empiece o termine por Rio de Janeiro.

8 comentarios sobre “Rio de Janeiro, una ciudad que atrapa”

  1. Un artículo en primera persona que me ha roto con muchos «prejuicios» que tenía sobre una ciudad que siempre me ha parecido peligrosa.

  2. Como siempre fantástico, personal y con información divertida e importante para conocer un poco mejor esta ciudad. Como decía en el comentario anterior Ignacio, siempre se habla de su peligrosidad y sus playas, pero se deja de lado la cantidad de historia que desprenden sus calles. Magnífico Hernando!

  3. Gracias por los comentarios, la verdad es que no me resulta difícil hablar de este lugar. Tenéis que conocer Rio antes de morir!

  4. ¡Que envidia me das, Hernando!.
    Como siempre, me haces viajar y probar bocados maravillosos, como por ejemplo los del Bar Urca…Ummmmm…ñamñam.
    ¡Que ciudad tan espectacular!

  5. Lo mejor del Bar Urca es que todo el mundo está afuera en la calle (que no sentados en terracita, no, en la calle misma o en el muro al que me refiero que mira a Lagoa. Es mi ciudad por encima de muchas. Lo siento pero si las abuelas no tienen pudor al reconocer cuál es su nieto favorito, yo tampoco lo tengo al decir lo que digo de Rio de Janeiro… hasta su nombre me gusta.

    No me digáis que no es espectacular R I O DE J A N E I R O!!!!

  6. Dentro de dos semanas viajo a Río, un viaje super esperado, y al leerte más grandes son mis ansias, espero cuando esté de vuelta sentirme tan enamorada como vos de este lugar.

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