Arantza Hotela, un amor de hotel

Cuando uno circula por las carreteras de acceso sabe ya que no se dirige a una ciudad. Lo hace intencionadamente buscando tranquilidad a la que se adapta durante el trayecto. Espera, quizá, encontrarse con un hotel rural, de mayor o menor nivel, como algunos de los que pueden verse por el camino. Pero entrar en el Arantza Hotela, es entrar de bruces en un mundo poético. En todos los sentidos y para todos los sentidos. La paz del entorno, el sonido de los cencerros del ganado pastando, el olor a madera y hierba o los árboles meciéndose no superan la impresión que causa la belleza del establecimiento, al que no falta detalle.

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