Un tranvía llamado «28»

Barrio arriba, barrio abajo, el “eléctrico 28” corretea por Lisboa. De nostálgico andar, consigue plasmar la estampa marinera del barrio de Alfama; evocar la sabia pluma de Pessoa, o mostrar los caprichos manuelinos de la arquitectura lusitana.

El vuelo desde Brasil ha sido largo, pero por suerte he dormido toda la noche de un tirón. Ya estoy acostumbrado al síndrome de la clase económica, y no me importan las horas de viaje, ni las esperas en los aeropuertos. Soporto sin problemas la comida de avión, que para muchos es lo peor, y no me quejo. Selecciono qué comer y qué no. Tengo una excelente relación con la portuguesa TAP, y gracias a ella estoy nuevamente en Lisboa.

Hace algún tiempo, me alojé aquí en uno de los hoteles más extraordinarios, el Pestana Palace. Fue un viaje de esos que yo llamo de “amor y lujo”, y que finalizó con el impresionante concierto con el que Madonna cerraba su gira europea de aquel año, y del que disfruté como poseso. Ahora estamos en épocas de crisis, y aunque afortunadamente el amor ha resistido, el lujo, de momento, lo tengo guardado en el armario. Por encargo de un medio con el que colaboro, he venido a vivir esta ciudad de una forma muy económica, propia de la crisis actual… Me he sorprendido, pues aunque Portugal siempre ha sido más barato que España, tengo la impresión de que ahora lo está más. La crisis ha golpeado fuertemente al país lusitano, y la economía se ha ido reestructurando. De ello ha salido beneficiado un consumidor, que puede gozar de precios realmente económicos en hoteles, restaurantes, bares y atracciones. Así que para empezar, hablemos de dos establecimientos en los que pasar la noche resulta económico y funcional: “Travellers House” y “Pouso dos Anjos”. El primero, un albergue ubicado en el llamado barrio de Baixa, que por segundo año consecutivo ha recibido el galardón de MEJOR HOSTEL DEL MUNDO (sus precios van desde los 18 euros en habitación compartida, y 27 en habitación privada). El segundo, un hostal con el encanto de otros tiempos, cuyas habitaciones con baño tienen un precio de 35 euros. Si la visita coincide con un domingo, no habrá que gastar mucho dinero en atracciones, pues la entrada a varios museos lisboetas, así como gran parte de las exposiciones itinerantes, son gratuitas. Entre ellos cabe destacar el Museo Nacional dos Coches, el Museo Nacional do Azulejo, o el relativamente nuevo Museo Colección Berardo, de arte contemporáneo.

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Debo confesar que es una ciudad que me encanta, que encuentro absolutamente fascinante, y que nunca olvido. Sí, es cierto que es la última ciudad de Europa, que para muchos es la puerta de atrás, la de salida, y no la de entrada. Que sus calles empedradas huelen a sardinas, y que de los balcones de sus estrechas vías tienden su ropa los vecinos, de una forma que sólo he visto también en el sur de Italia. Que es la cuna del fado y sus tristezas, y que la luz atlántica encuentra aquí un refugio como en ninguna otra parte… juega mágicamente con las sombras de las lomas de las siete colinas (como las que también tienen Roma o Jerusalén) sobre las que se posa esta ciudad románticamente desvencijada. Una ciudad por la que el tiempo, por momentos, parece no pasar más. Estos aspectos y muchos otros que sólo se descubren al andarla y al sentirla, son los encantos de Lisboa… Son precisamente ellos, por los que siempre, regresamos sus admiradores.

La he disfrutado al máximo en sus diferentes facetas y en distintas circunstancias: de joven como estudiante, o con mis hermanos y sobrinos. De mayor, por trabajo o por placer, con amigos o en solitario; con mi familia y con la sonrisa de mis hijas. He sido su huésped innumerables veces; he llegado a ella por carretera, por tren y por avión, y aún tengo pendiente desembarcar en su puerto… Lisboa siempre me sorprende, me seduce. Me mira como queriéndome contar un secreto que no desvela, intentando con sigilo, hacerme cómplice de unas incógnitas que miran a un Tajo ya difuso en el Atlántico.

A pie, o en tranvía, su rostro es disfrutado con la parsimonia que conjugan sus esquinas. Sorprendente resulta el hecho de poderla recorrer por tan solo 1.75€. Sin duda, la mejor recomendación que puede hacerse para entrar en contacto con ella, es subirse al mítico TRANVIA 28, toda una institución patrimonial, que con un aires nostálgicos del XIX, discurre por varios barrios del centro al vaivén de un traqueteo que otorga con sutil decadencia el romántico sendero de su pasado, que aún por momentos, parece imperante frente al Atlántico. La ruta engloba unos 10 kilómetros en total, y recorre las siete colinas de esta capital, desde la parada da Estrela en el Barrio Alto, hasta el barrio de Alfama, fascinante enclave de alma árabe. Sentado en sus viejos asientos de madera, disfruto de una perspectiva, que, no puede menos que llevarme a evocar aquellos piropos, que sobre Lisboa, algunos viajeros han construido acertadamente: John Dos Passos, la definió como “una nostalgia dormida”; Antoine de Saint-Exupéry se refirió a ella como “un paraíso claro y triste”; y Tirso de Molina, la calificó de “octava maravilla”.

Al terminar el recorrido acudo al café A Brasileira, y cumpliendo con el más ortodoxo de los tópicos leo entre los aromas de un oporto, nuevamente a este Pessoa:

Otra vez te vuelvo a ver,

Ciudad de mi infancia pavorosamente perdida…

Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí…

¿Yo? ¿Pero soy yo el mismo que aquí viví, y aquí volví,

Y aquí torné a volver, y a volver,

Y aquí de nuevo torné a volver?

¿O somos todos los yo que estuve aquí o estuvieron,

Una serie de cuentas -seres ligados por un hilo- memoria,

Una serie de sueños de mí de alguien de fuera de mí?

Otra vez te vuelvo a ver

Con el corazón lejano, el alma menos mía.

Otra vez te vuelvo a ver -Lisboa y Tajo y todo-

Transeúnte inútil de ti y de mí,

Extranjero aquí como en todas partes,

Casual en la vida como en el alma,

Fantasma errando en salas de recuerdos

Al ruido de los ratones y las tablas que crujen

En el castillo maldito de tener que vivir…

Otra vez te vuelvo a ver,

Sombra que pasa a través de sombras, y brilla

Un momento a una luz fúnebre desconocida,

Y entra en la noche como un rastro de barco se pierde

En el agua que deja de oírse…

Otra vez te vuelvo a ver,

Pero, ay, ¡a mí no me veo!

Se quebró el espejo mágico en que me veía idéntico,

Y en cada fragmento fatídico veo sólo un pedazo de mí-

¡Un pedazo de ti y de mí!…

7 comentarios sobre “Un tranvía llamado «28»”

  1. Maravilloso, artículo… Viva Portugal!!! Entiendo que es un placer viajar sin prejuicios y con la mente abierta. Olvidando de donde venimos y dejandonos seducir por nuestros anfitriones.A veces que dificil es para los Españoles hacer eso, cuando viajan a Portugal.

  2. Pocas veces se habla del Museo del Azulejo en Lisboa, y la verdad es que es impresionante, y muy agradable de visitar. Enhorabuena por esta web, y que conste a los altumianos que ya la tengo por RSS.

  3. Si estas viajando por España y tienes pensado visitar Valencia puedes alojarte en nuestro hostel valencia a un precio excelente, situado en el centro de la ciudad y en donde conocerás otros viajeros como tú y podrás compartir tus experiencias.

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