Perspectivas, simetrías, y una fascinante paleta de colores intercalan estampas en lo que fueran los jardines de la casa del inventor del impresionismo en Giverny, Normandía. Desde ahora hasta el 1 de noviembre, el edén inspirador del arte de Monet estará abierto al público.
Texto y fotos: Redacción ALTUM
Los efectos de la luz a cada hora y sus reflejos en el agua quedaron estampados para siempre en sus lienzos. Monet se pasó los últimos 40 años de su vida pintando aquel estanque en todo tipo de formatos, y como bien es sabido sus máximos ejemplares, sino en fama y valor (que también), sino en tamaño son los emblemáticos “Frisos Panorámicos” que hoy en día adornan las paredes de dos salas de L´Orangerie en París.

Y aunque éstos fueron durante décadas menospreciados y criticados negativamente por expertos y público, hoy en día del recinto que los acoge se dice que, gracias a estas obras, es “la Capilla Sixtina del impresionismo”.
A orillas del Sena
Con apenas 500 habitantes el pueblo de Giverny, a orillas del río Sena y en pleno corazón de Normandía, multiplica sus visitas en verano considerablemente debido que es aquí donde se encuentra la casa de Claude Monet, esa en la que vivió durante más de cuarenta años con su segunda mujer y sus 8 hijos, y en la que se puede admirar el bello jardín que creó y cuidó; la segunda atracción más visitada de este departamento francés tras el Mt Saint Michel.

Delante de la propiedad solamente había un huerto que transformó en un bello jardín de estilo francés conocido como el “clos normand”. De este edén particular, continuamente en flor desde la primavera hasta el final del otoño, salió la materia esencial de su obra

A los tres años de estar viviendo en esta propiedad, a la que llegó en 1883, compró el terreno colindante plagado de un centenar de especies de flores y árboles exóticos, con un puente japonés -amaba el arte oriental- y un estanque de nenúfares. “Mi más bella obra maestra es mi jardín”, decía.
El impresionismo tiene nombre propio
Fue en abril de 1874 cuando se celebró la primera exposición de un grupo de artistas que con su pintura estaban revolucionando los códigos artísticos del momento. El catálogo de la exposición tenía en la portada una obra de Monet, una vista del puerto de El Havre con el sol entre las brumas del amanecer, y algunos mástiles de barcos. Al pedirle el título para el catálogo, Monet contestó: “Pon IMPRESIÓN”.

El 25 de abril un crítico llamado Louis Leroy publicó un artículo en la revista Charivari que tuvo mucha repercusión y que se titulaba: «Exposición de los Impresionistas». El artículo era demoledor con los artistas y sus obras, y de ahí en adelante el término “Impresionismo” se extendería para referirse a la concepción del arte de este grupo de artistas, que pasaron a ser los impresionistas.
Amor por los nenúfares
En las quince hectáreas del jardín de Giverny no hay un solo gladiolo sembrado al azar. Monet plantaba para pintar, ordenando los espacios cual óleos en su paleta. Sentía debilidad por los lirios que flanquean la arcada enramada del paseo central, por las glicinas que caen sobre el puente japonés en cascada, por el bosque de bambúes y el sauce…

Y por los nenúfares del estanque. Entre los meses de junio y septiembre eran la obsesión de sus lienzos –aparecen en más de doscientos–; en invierno, cuando se refugiaban del frío en el vivero, Claude Monet aprovechaba también para viajar, buscando siempre nuevos motivos que pintar.
Tres estudios, dos jardines
Aquí, en Giverny pintaba al natural en verano grandes bocetos del estanque y de la vegetación que hay en su orilla, que después, en los meses más fríos, pasaba a los lienzos. Tuvo hasta tres estudios en Giverny, el último para las obras de mayor formato (hoy, una gigantesca tienda de souvenirs). El resto del año pintaba sobre todo a partir de sus evocaciones y recuerdos. Los suyos son paisajes tan reales como soñados. De hecho, semejan pinturas abstractas. Hoy estas pinturas baten récords en el mercado: en 2008 un «Jardín de nenúfares» se vendió por 80,5 millones de dólares.

Los jardines de Monet están divididos en dos partes, un jardín de flores delante de la casa, que se llama Le Clos Normand, y un jardín de agua de inspiración japonesa del otro lado de la carretera. Este Clos Normand de cerca de una hectárea, Monet lo transformó en un jardín rico en perspectivas, en simetrías y en colores.

El terreno se distribuye en parterres donde los macizos de flores de diferentes alturas crean los volúmenes. Los árboles frutales o de decoración dominan los rosales trepadores, los tallos esbeltos de las malvarrosas y las masas coloreadas de las plantas anuales. Monet mezcla las flores mas humildes (margaritas y amapolas) con las variedades más rebuscadas. Siempre a la búsqueda de variedades raras, lo que provoca quejas de sus vecinos, hizo traer a fuerza de copiosos gastos, bulbos o jóvenes planteles. “Todo mi dinero se va detrás de mi jardín”, confiesa. Pero también: “Estoy maravillado”.

El jardín de agua lleno de curvas, se inspira en los jardines japoneses que Monet conoce por las estampas de las que es un fervoroso coleccionista. Aquí se encuentra el famoso puente japonés, que llegó a pintar 45 veces. El estanque y la vegetación que lo rodea forman un mundo cerrado, independiente de los campos aledaños.
Una casa para el arte
La casa es de dos pisos y se mantiene totalmente intacta, con todo el mobiliario y decoración originales. Algunos ejemplos son el taller del pintor, el comedor, la cocina, su dormitorio, el de su esposa y el salón azul de lectura, donde se conserva su colección de estampas japonesas. En el amplio salón a dos alturas puede verse una antigua foto de Monet en el centro y comprobar que ha sido reproducido con fidelidad (los cuadros que ahora adornar las paredes, son copias; en la foto eran los originales de Monet).

Renoir, Sisley, Mallarmé, Clemenceau y Rodin eran invitados frecuentes. El pintor trabajaba de 7.00h a 11.00h, y a las 11.30h h todos estaban sentados a la mesa. Esperaban a que la campana les llamara en el saloncito malva. Eligió los colores y la decoración de cada habitación: optó por el amarillo para las paredes y los muebles del comedor. En la despensa guardaba bajo llave delicatesen como vainilla de las Malvinas, canela de Sri Lanka, trufas negras del Périgord, foie gras de Alsacia… Por religión, el café se tomaba siempre en el atellier.
Hay más de doscientas estampas japonesas expuestas por toda la casa; las coleccionaba; tenía tantas que las regalaba. Otra cosa eran los Delacroix, los Cézanne y los Pissarro que tenía colgados arriba, en su dormitorio.

El comedor, en sorprendentes tonos amarillos, es realmente admirable, hasta el punto de que ha sido reproducido en algunos hoteles con encanto. Monet se acostaba a las 8 como muy tarde, y se levantaba cuando los primeros rayos de sol entraban por la ventana. Sus rosas predilectas, las amarillas, trepan por la fachada para darle los buenos días.
Museo de los Impresionismos
Cerca de la casa se halla el Museo de los Impresionismos que se dedica al movimiento de pintura más popular en el mundo, con exposiciones sobre los grandes artistas impresionistas franceses y extranjeros, el pre-impresionismo y el post-impresionismo. Se interesa también por la herencia del impresionismo en el arte moderno y contemporáneo. Creado en 2009, cuenta con una sala permanente, «Acerca de Claude Monet y otros artistas inspirados por él. En el vecino Vernon, el Museo Municipal A.G. Poulain es interesante por sus obras de Claude Monet (Nenúfares, Puesta de sol en Pourville), de Bonnard, Vuillard, Steinlen, artistas americanos de la colonia de Giverny.
El paisaje que le gustó a Monet no ha cambiado. En la lejanía se ve el río Sena, campos y prados. El pueblo está situado sobre una colina y consiste principalmente en una calle larga que naturalmente se bautizó como la rue Claude Monet. Llegando de Vernon a pie, se encuentra la coqueta iglesia de Giverny, dedicada a Santa Radegonde. Claude Monet y su familia descansan en el cementerio detrás de la iglesia. La piedra grande en frente de la iglesia es el vestigio de un dolmen. Tiene la reputación de sanar las enfermedades de la piel.

Otro punto de referencia es el antiguo hotel Baudy, en el que residieron un gran número de pintores de la colonia americana, muchos de ellos amigos de Monet. Entre los clientes más conocidos destaca Cézanne, que disponía de su propio taller. El hotel y el jardín anexo has sido restaurados como en aquella época. El pueblo tiene una docena de galerías de arte donde se puede admirar y comprar obras recientes de varios estilos. También hay tiendas de regalos en las que todo el mundo de Monet es protagonista. Para almorzar o simplemente tomar o comer algo existen una docena restaurantes-café en Giverny.
Más información:
La forma más rápida de llegar a la región es volar hasta París y luego desplazarse en coche, en barco o contratar alguna de las excursiones organizadas que hay a la región. El buscador de vuelos Jetcost recomienda los vuelos económicos de Vueling desde una docena de ciudades españolas.
Comité Regional de Turismo de Normandía
http://es.normandie-tourisme.fr/turismo-de-normandia-1-5.html
Giverny, Casa de Monet
http://giverny.es
Atout France España
es.france.fr/es/